Está bien que a nuestras mentes ocupadas les recuerden que hay que amar y dedicarle tiempo a nuestros seres queridos, a nuestro amor. Pero los humanos en nuestra increíble originalidad hemos convertido este recordatorio en un festival de consumo y sensiblería propio de Disneyworld, concursando a ver quién dice cosas más cursis y más manidas y pensando que con un regalo o una cena demostramos o nos demuestran cuán grande es nuestro amor.
Yo también celebro este día, como todos los días, feliz de tener a mi lado a la maravillosa persona que me acompaña en mi caminar, agradecida de que esté ahí apoyándome, escuchándome, enseñándome, aguantándome... agradecida y enamorada de que comparta conmigo su día a día, nuestro día a día, que construimos con cuidado, respeto, paciencia, ternura, pasión, admiración y risas. Y también celebro que cada día me enamore varias veces de él. De él y de nuestra vida en común, de nuestra pequeña familia, nuestras pequeñas cosas, nuestras tonterías...
¿San Valentín?
Está bien que a nuestras mentes terriblemente ocupadas les recuerden que si no riegas las plantas ni las abonas se terminarán muriendo irremediablemente... que si no cuidas tus amores también terminarán secándose... que tienes 364 días más al año para amar y mimar... y que el 14 de febrero sólo es eso, un recordatorio, y no una escusa para ponerse cursi y gastar dinero y olvidarte el resto de los días de hacer feliz a la persona que tienes a tu lado.
El día de los enamorados es cada día... si se está enamorado...
Porque nadie nos tiene que decir cuándo tenemos que celebrar nuestros sentimientos.
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