viernes, 23 de mayo de 2014

Los ricos mueren por exceso de atención médica

Juan Gérvas, doctor en Medicina; nos advierte de los peligros de la medicina preventiva. 07/02/2013:

"64 años. Extremeño. Vivo en Madrid. Casado con otra doctora; 4 hijos y 8 nietos. 
Jubilado, he sido profesor de las universidades de Valladolid, Autónoma de Madrid y Johns Hopkins, y me dedico a la docencia. Somos más que la suma de músculos y huesos. El cerebro nos supera."

Matrimonio de médicos bien avenido, Mercedes Pérez y Juan Gérvas firman un libro, Sano y salvo (y libre de intervenciones médicas innecesarias) -Los Libros del Lince-, que recoge lo mejor del conocimiento científico y de su propia experiencia clínica para advertirnos de los efectos secundarios del exceso de medicación, tratamientos, vacunas, chequeos... "Hay que ser prudentes frente a los talibanes de la prevención". Un libro que lleva a replantearse la salud y la enfermedad.

Fueron miembros destacados del movimiento de médicos contra la vacuna de la gripe A en España y que en otros países provocó más efectos nocivos que beneficiosos, y tienen un blog muy activo.

La actividad del sistema sanitario, ¿la tercera causa de muerte?
Sí, en EE.UU. causa 225.000 muertes anuales. En España los medicamentos tienen unos 19 millones anuales de efectos adversos y provocan la muerte a 6.500 pacientes.
También se ha demostrado (Israel) que cuando los médicos hacen huelga las muertes disminuyen un 45%. Y mis afirmaciones se basan en estudios científicos fiables.

¿No siempre es mejor prevenir?
Los daños de la prevención se perciben a largo plazo. Hoy sabemos que por ejemplo la terapia hormonal sustitutiva para eliminar los síntomas de la menopausia, utilizada por millones de mujeres, provoca infartos, embolias y cáncer de mama (55.000 nuevos casos en el Reino Unido).
Ahora se lleva el diagnóstico precoz.
Hoy se diagnostica antes y más, pero la mortalidad es la misma. El diagnóstico precoz no mejora el diagnóstico de muerte.


¿Entonces?
Produce algo terrible: hordas de supervivientes, por ejemplo de cáncer, que viven más tiempo con el diagnóstico pero no viven más.
La autoexploración de mama no disminuye la mortalidad, pero duplica las biopsias.
El cáncer de cuello de útero no disminuye por hacer citologías, pero se siguen haciendo diez millones de citologías al año en España. Si quiere disminuir el cáncer de cuello de útero, céntrese en la población marginada.


¿Y el cáncer de próstata?
Si quiere reducirlo, no haga el cribado de cáncer de próstata en personas que no tengan síntomas. Hay muchísimos cánceres inofensivos, histológicos, que se diagnostican y se tratan en nombre de la prevención.
¿Desaparecen solos?
Sí, o se quedan tranquilos. Y no son tumores pequeños, el de próstata puede representar el 60%, y el de mama el 47%, pero se quita el pecho, se hace radioterapia, quimioterapia, y la vida de esa mujer girará alrededor de un cáncer que nunca la habría matado.
Entonces, ¿qué hacemos?
Disminuirían muchos cánceres haciendo menos radiología y controlando los tóxicos industriales. Pero en este complejo mundo de intereses, deseos y expectativas cuajan propuestas de prevención imposible, de intervenciones sin justificación que dañan a la población con pruebas diagnósticas y los tratamientos consecuentes.

¿Por qué remiten solos?
Normalmente, los que remiten solos no dan síntomas ni molestias, somos nosotros los que los descubrimos. En el diagnóstico precoz no se parte de población con síntomas.
¿Qué me dice de las vacunas?
Hay vacunas necesarias, pero otras como las de la gripe, el virus del papiloma humano, el neumococo, el rotavirus o la varicela son puro negocio.
Domina el discurso intolerante contra los antivacunas, y cualquier brote epidémico se interpreta como consecuencia de su actitud. 
Ello es más intenso en una sociedad como la española, en la que los expertos en vacunas y los grupos financiados por la industria se multiplican sin cesar, se mantiene la verticalidad de las decisiones vacunales, se explota el miedo a la vulnerabilidad y se demuestra escaso o nulo interés por las valoraciones críticas de vacunados (y de sus responsables legales) y profesionales.
¿La vacuna de la gripe no es efectiva?
Durante la pandemia de la gripe A vacunaron a la población sueca (el beneficio teórico era 50 muertos menos) y produjeron 200 casos de narcolepsia en adolescentes.
Lavarse las manos disminuye mucho la transmisión de la gripe, y el 40% de los médicos y enfermeras no lo hace. Pero la vacuna de la gripe no disminuye el contagio ni las muertes, no es eficaz en personas sanas ni en personas mayores de 65 años, lo ha publicado la revista The Lancet. 
A la gente mayor la atiborran de pastillas, como si ser viejo fuera una enfermedad, y eso le resta calidad de vida y a menudo la mata.

¿Y la epidemia de colesterol?
Su nivel de colesterol no tiene nada que ver con su pronóstico respecto a las probabilidades de tener infarto de miocardio, y la mayoría de dichos infartos se dan en personas con colesterol normal o bajo. Además, los tratamientos para bajar el colesterol sólo son eficaces en las personas que ya tienen problemas coronarios, en todos los demás casos el tratamiento es inútil y perjudicial.
No se mida el colesterol, sea feliz, porque ser feliz y optimista añade ocho años de vida. 
Y practique la dieta mediterránea, que no consiste en tomar aceite de oliva a cucharadas, sino en poner un mantel, cubiertos y tener compañía: no coma delante del televisor. Y si está embarazada, disfrute.
¿Demasiadas ecografías?
Sí, y no están justificadas, ni los suplementos rutinarios de hierro y yodo. Estados Unidos, que es el país más intervencionista y el que más dinero gasta en la atención al parto, ha triplicando su mortalidad.
¿Se muere por exceso de atención?
Sí, los pobres mueren por carencia de atención y los ricos por exceso. Un tac son 750 radiografías en un adulto y el doble en un niño. La radiación que recibió la población en Japón en la Segunda Guerra Mundial equivale a cinco tacs. ¡Ojo con los chequeos!
¿Y las vitaminas?
En los países ricos, los complementos vitamínicos son como mínimo inútiles y en muchos casos perjudiciales.

En la sociedad occidental hemos conseguido vivir más, pero ¿vivimos mejor?
El aumento de la expectativa de vida se debe fundamentalmente a factores no sanitarios. Es decir, hace más por la salud tener trabajo, o que haya maestros o que tengamos agua depurada y provisión de alimentos, que el propio sistema sanitario. Es innegable que tiene un papel importante a la hora de resolver algunos problemas concretos, como solucionar una simple apendicitis o la ceguera provocada por unas cataratas, el problema aparece cuando el sistema sanitario se introduce mucho, porque surge el miedo -que puede llegar a ser pavoroso- a perder la salud. Ese temor procuramos paliarlo a base de pruebas inútiles, medicamentos continuos, etc, por tanto algo que hemos logrado entre todos que es la prolongación de la vida a base de mejorar la sociedad, lo perdemos inútilmente y con un gran coste.

¿Existe "una salud perfecta"?
No, nadie cumple los cánones de belleza y salud. Hemos de ser conscientes de nuestra singularidad, reconocer y aceptar nuestros puntos débiles. Por ejemplo, hay personas que reaccionan a los problemas e inconvenientes de la vida con dolor de estómago, o con asma y ahogo; otros con diarrea, o cefalea, o mareos y vértigos, o dolor de espalda. Son variaciones de la normalidad que no deberían llevarnos a consultar con el médico. Y somos nosotros, no los médicos, quienes definimos la normalidad. Cabe estar sano siendo muy diferente al ideal perfecto y absurdo de la sociedad y del tiempo que nos ha tocado vivir.
El apetito insaciable de servicios sanitarios (preventivos y curativos) por pacientes y poblaciones tiene un precio, no sólo monetario, pues la actividad del sistema sanitario termina siendo la tercera causa de muerte, como se ha demostrado en Estados Unidos, donde causa unos 225.000 muertos anuales. En España, y sólo respecto a los medicamentos, se calculan unos 19 millones anuales de efectos adversos, de los que un millón son graves y en el 0,65% mortales; es decir, provocan la muerte a unos 6.500 pacientes. En el mundo, se ha demostrado que las huelgas de médicos se asocian al descenso de la mortalidad general de hasta el 45%.

En tiempos en que se precisa de una medicina personalizada, de una medicina centrada en la persona para responder con ciencia y humanidad a la singularidad de pacientes cada vez más complejos, la respuesta que se ofrece es la de la genomancia, la genética pronóstica y la farmacología personalizada. Es decir, más biología, más prevención y más tecnología sin ciencia y con olvido de los determinantes ambientales y sociales. El predominio del diagnóstico y del tratamiento biológico, y de su tecnología, olvida que la calidad científica médica incluye la calidad humana, además de la técnica.


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