“El cáncer no es una enfermedad, sino un mecanismo de supervivencia” es el título de uno de los libros más importantes del terapeuta y divugador internacional de salud holística Andreas Moritz (1954-2012), en el que no frivoliza en absoluto con este problema que afecta ya a 1 de cada 3 hombres y 1 de cada 4 mujeres a lo largo de su vida, sino en el que expone otro enfoque del cáncer, de sus causas, de lo que representa y por tanto, de su tratamiento.
En estos textos, pertenecientes al capítulo “Por qué el cáncer no es una enfermedad y por qué eso es una buena noticia” de su obra “Los eternos secretos de la salud“, Andreas Moritz explica su visión sobre el cáncer:
Por qué el cáncer no es una enfermedad y por qué eso es una buena noticia
“Es más importante saber qué tipo de persona tiene una enfermedad que saber qué tipo de enfermedad tiene una persona”
HIPÓCRATES (460-377 a.c.)
Es posible que lo que está a punto de leer sacuda o incluso desmorone los cimientos que sostienen sus creencias con respecto al cuerpo, la salud y la curación. En 2006 publiqué un libro titulado El cáncer no es una enfermedad, sino un mecanismo de supervivencia. El título puede ser provocativo para la mayoría, desconcertante para muchos y alentador para sólo unos pocos. Escribí ese libro para aquellos que tienen una mente abierta, lo suficientemente abierta para considerar la posibilidad de que el cáncer y otras dolencias penosas no son auténticas enfermedades, sino los últimos y desesperados intentos del cuerpo por seguir vivo durante tanto tiempo circunstancias lo permitan.
Quizás sorprenda al lector saber que una persona afectada por las principales causas del cáncer (aquello que constituye la auténtica enfermedad) moriría rápidamente a menos que desarrolle células cancerosas. En el libro El cáncer no es una enfermedad doy pruebas fehacientes de ello. En este capítulo se establecen las bases para comprender las causas, el propósito y el papel del cáncer.
Afirmo, además, que el cáncer sólo aparece cuando todas las otras defensas y los mecanismos de curación del cuerpo han fracasado. En circunstancias extremas, la exposición a grandes cantidades de agentes productores de cáncer (carcinógenos) puede producir un colapso de las defensas del cuerpo durante varias semanas o meses y permitir así el rápido y agresivo desarrollo de un tumor canceroso. Sin embargo, por lo general, se precisan muchos años o incluso décadas para que se formen los tumores llamados «malignos».
Desgraciadamente, las falsas creencias o la falta total de conocimiento de las razones que subyacen en el desarrollo de un tumor han convertido los tumores «malignos» en monstruos terribles sin otro propósito que matarnos en represalia por nuestros pecados o por abusar de nuestro cuerpo. Pero, como el que lee estas líneas está a punto de descubrir, el cáncer está de nuestra parte, no en contra de nosotros. A menos que cambiemos la idea de lo que en realidad es el cáncer, éste continuará resistiéndose a su curación, aunque sigamos los mejores tratamientos. Si una persona padece cáncer, y el cáncer es efectivamente parte de las respuestas de supervivencia del organismo y no una enfermedad, propongo encontrar respuesta a las siguientes cuestiones:
¿Por qué el cuerpo se ve obligado a desarrollar células cancerosas?
Una vez identificadas esas razones, ¿se pueden cambiar?
¿Qué determina el tipo y la gravedad del cáncer que una persona sufre?
Si el cáncer es un mecanismo de supervivencia, ¿qué hay que hacer para evitar que el cuerpo tome unas medidas defensivas tan drásticas?
Puesto que el cuerpo está genéticamente concebido para vivir y protegerse de adversidades de todo tipo, ¿por qué permitiría la autodestrucción?
¿Por qué la mayoría de los cánceres desaparecen por sí solos, sin intervención médica?
Las radiaciones, la quimioterapia o la cirugía ¿curan realmente el cáncer? ¿O las personas que sobreviven a un cáncer sanan por otras razones y a pesar de esos tratamientos radicales y de sus efectos secundarios?
¿Qué papel juega el miedo, la frustración, la baja autoestima y la ira contenida en la formación y el desarrollo del cáncer?
¿Qué lección espiritual y de crecimiento hay tras un cáncer?
Para tratar las causas fundamentales que originan el cáncer, hay que encontrar respuestas satisfactorias y realistas a las preguntas anteriores. Si una persona siente el impulso interno de buscar un sentido a un hecho tan impactante como es padecer un cáncer, continuar con la lectura de este libro será de gran ayuda. El cáncer puede ser una gran oportunidad para restablecer el equilibrio en todos los aspectos de nuestra vida, pero, por otro lado, también puede crear grandes traumas y sufrimientos. De cualquier modo, la persona descubrirá que siempre tiene el control sobre su cuerpo.
Para poder vivir dentro de un cuerpo humano, hay que tener acceso a ciertas dosis de energía vital. Esa energía inherente puede utilizarse de un modo que dé fuerzas y energía, o de un modo que debilite y destruya. En caso de que consciente o inconscientemente optemos por despreocuparnos o abusar de nuestro cuerpo, en vez de prestarle atención y respeto, éste no tendrá más remedio que luchar por la vida.
El cáncer es uno de los medios por los que el cuerpo trata de cambiar el modo en que nos vemos y nos tratamos a nosotros mismos y a nuestro cuerpo. Ello, inevitablemente, conduce al tema de la salud espiritual, que juega un papel tan importante en el cáncer como las razones físicas y emocionales.
El cáncer aparenta ser un gran trastorno impredecible y confuso. Según se ve, ataca tanto al que es muy feliz como al que es muy desgraciado, al rico y al pobre, a los fumadores y a los no fumadores, a los que están muy sanos y a los que no lo están tanto. Cualquier persona, sin que importe su procedencia o su ocupación, puede padecer cáncer. Sin embargo, si nos atrevemos a mirar más allá de los síntomas físicos, tales como tipo, apariencia o comportamiento de las células cancerosas, descubriremos que el cáncer no es tan casual o impredecible como parece.
¿Por qué el 50 % de la población norteamericana puede llegar a desarrollar un cáncer mientras que la otra mitad no tiene riesgo alguno? Culpar de ello a los genes es tan sólo una excusa para ocultar que se ignoran las causas reales. Además, cualquier buen genetista nos confirmaría que esa creencia está carente de cualquier lógica y de rigor científico.
El cáncer siempre ha sido una enfermedad extremadamente rara, a excepción de en los países industrializados durante los últimos 40 o 50 años. Los genes humanos no han cambiado significativamente en miles de años. ¿Por qué tendrían cambiar ahora tan drásticamente y decidir de repente matar a muchísima gente?. La respuesta a esta pregunta, desarrollada en este libro, es sorprendentemente simple: los genes dañados o defectuosos no matan a nadie.
¡El cáncer no mata a quien lo sufre! Lo que mata a un paciente de cáncer no es el tumor, sino las numerosas razones que subyacen tras la mutación celular y el desarrollo del tumor. Esas son las razones que deben tenerse en cuenta en cualquier tratamiento contra el cáncer, si bien son ignoradas por la mayoría de los oncólogos tradicionales.Los conflictos continuos, la culpa y la pena, por ejemplo, pueden llegar a paralizar fácilmente funciones corporales básicas y conducir al desarrollo de un tumor canceroso.
Tras haber visto cientos de pacientes con cáncer durante dos décadas, relacioné ciertos esquemas de pensamientos, creencias y sentimientos comunes en todos ellos. Para ser más concreto: aún no he conocido a ningún paciente de cáncer que no se sienta apesadumbrado por tener una mala imagen de sí mismo, conflictos y preocupaciones no resueltos, o traumas emocionales del pasado que todavía perduran en su inconsciente. El cáncer, la falta de fluidez física, no ocurre a menos que exista un gran trasfondo de desasosiego emocional y una gran frustración.
Los pacientes de cáncer suelen sufrir falta de confianza en ellos mismos, y con frecuencia en sus vidas hay lo que yo llamo un «problema no resuelto». El cáncer puede ser un medio para revelar ese conflicto interno. Es más, el cáncer puede ayudarles a enfocar el conflicto y a resolverlo por completo. El modo de deshacerse de las malas hierbas es sacarlas de raíz. Es así como tenemos que tratar el cáncer, de otro modo finalmente reaparecerá.
La siguiente afirmación, repetida insistentemente a lo largo de este capítulo muy importante en cuanto a la consideración del cáncer: «El cáncer no hace que una persona enferme; es la enfermedad de esa persona la que genera el cáncer». El éxito en el tratamiento del cáncer implica que el paciente se encuentre completamente bien en todos los niveles, físico, mental y espiritualmente. Una vez debidamente identificadas las causas del cáncer, se hará patente qué se necesita para conseguir un total restablecimiento. Las propuestas que se ofrecen en este libro son las de enfrentarse a la causa del cáncer dándole muy poca importancia a los síntomas de esta enfermedad, esto es, a las células cancerosas.
Es un hecho constatado médicamente que todo el mundo siempre tiene células cancerígenas en el cuerpo. Esas células permanecen ocultas a los análisis estándar hasta que se multiplican en miles de millones. Cuando los médicos anuncian a sus pacientes que los tratamientos que han seguido han acabado con éxíto con todas las células cancerosas, se refieren exclusivamente al resultado de los análisis capaces de identificar los tumores cancerosos de una medida detectable. Los análisis estándar pueden reducir el número de las células cancerosas a un nivel no detectable, pero ello no significa haber erradicado todas esas células. Dado que las causas del desarrollo del tumor permanecen intactas, éste puede volver a aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar.
Curar un cáncer no tiene nada que ver con deshacerse de un grupo de células cancerosas que se han detectado. Tratamientos como la quimioterapia y la radioterapia pueden, ciertamente, eliminar o quemar muchas células cancerosas, pero también destruyen las células sanas de la médula ósea, del tracto gastrointestinal, del hígado, del corazón, de los pulmones, etc., lo cual conduce a veces a daños irreparables en todo el órgano o sistema afectado. Una curación completa no se produce a expensas de destruir otras partes vitales del organismo, sólo se consigue cuando las causas del desarrollo de esas células cancerosas se eliminan o se detienen. Este libro está totalmente dedicado a tratar las causas de la enfermedad, y el cáncer es una de ellas.
(…)
El cáncer no es una enfermedad
Para seguir desempeñando su tarea cada vez más dificultosa, esas células cancerosas necesitan crecer, aunque sea a expensas de otras células sanas. Sin su actividad, un órgano puede perder de repente su estructura debilitada y colapsarse. Algunas de las células cancerosas pueden incluso llegar a abandonar un tumor y penetrar en el fluido linfático, que a su vez las arrastra a otras partes del cuerpo que también sufren un elevado grado de toxicidad o acidosis. La expansión de las células cancerosas se denomina metástasis.
Sin embargo, las células cancerosas están programadas para colonizar tan sólo aquellos lugares donde hay un terreno «fértil», de elevada toxicidad (acidez), un medio en el que pueden sobrevivir y proseguir con su insólita misión de rescate. Han mutado para poder vivir en un entorno tóxico, no oxigenado, y para ayudar a neutralizar al menos algunos de los residuos metabólicos acumulados, como el ácido láctico y los detritos celulares en descomposición. En estas circunstancias, sería un error fatal por parte del sistema inmunológico destrur esí tipo de células «divorciadas», pues están llevando a cabo una parte de las funciones del sistema inmunológico.
Sin la presencia del tumor, grandes cantidades del veneno séptico derivado de los cuerpos acumulados de células en descomposición perforarían las paredes capilares, penetrarían en la sangre y matarían a la persona en cuestión de horas o días. Las células cancerosas siguen siendo células del cuerpo y si éste ya no las necesitara, una simple orden del ADN haría que dejaran de comportarse como unas locas insensatas. Las células cancerosas son todo menos loas insensatas.
El organismo ha de realizar un esfuerzo mucho mayor para mantener un tumor que para eliminarlo. Si no se viera forzado a utilizar el crecimiento canceroso como una de sus últimas tácticas de supervivencia, el organismo optaría por este último intento de autoconservación, último porque sería muy posible que fallara en su intento de sobrevivir frente a la adversidad. Como se ha mencionado ya anteriormente, la mayoría de los tumores (del 90 al 95 %) aparecen y desaparecen completamente por sí mismos, sin ninguna intervención médica. Millones de personas han ido deambulando por ahí con un cáncer en el cuerpo, y nunca sabrán que lo han tenido. No existe ningún otro tratamiento del cáncer que pueda competir squiera de cerca con el propio mecanismo de curación del cuerpo, mecanismo al que desafortunadamente calificamos de enfermedad.
El cáncer no es una enfermedad; es un mecanismo de supervivencia y autoprotección muy poco usual, pero obviante sumamente eficaz. Deberíamos dar al sistema más desarrollado y complejo del universo —el cuerpo humano— un poco más de crédito que hasta ahora, y confiar en que sabe perfectamente cómo llevar sus propios asuntos, incluso en las circunstancias más crudas.
(…)
Por qué la mayoría de cánceres desaparecen de modo natural
Cualquier crisis de toxicidad, desde un complicado cáncer a un simple resfriado, es en realidad, una crisis curativa que, si se trata con medidas depurativas, termina con una rápida recuperación. Sin embargo, si se interfiere en ella con medidas para suprimir síntomas, una «recuperación» habitualmente efímera puede convertirse en una patología crónica. Por desgracia, los oncólogos no se atreven o no se preocupan en encontrar una curación natural del cáncer; no les forman ni les pagan para ese fin. Aunque dieran casualmente con un método de curación natural nunca lo harían público.
Rose Papac, médica y profesora de oncología de la Facultad de Medicina de la de Yale, señaló una vez que actualmente hay pocas oportunidades de ver lo que ocurre con los cánceres no tratados. «Todo el mundo se siente impelido a aplicar inmediatamente un tratamiento cuando ve estas enfermedades», afirma Papac, quien ha estudiado casos de remisión espontánea del cáncer. Presas de miedo y en muchos casos lindando con la paranoia, muchas personas buscan un rápido remedio para las terribles dolencias sin dar a su organismo la posibilidad de curarse , y en vez de ello deciden destruir lo que no es necesario destruir. Ésta puede ser una de las principales razones por las que actualmente ocurren tan pocas remisiones espontáneas en pacientes de cáncer.
Por otro lado, numerosos investigadores han informado a lo largo de los años que varias afecciones, como la fiebre tifoidea, el coma, la menopausia, la neumonía, la varicela o incluso las hemorragias, pueden dar lugar a remisiones espontáneas del cáncer. Sin embargo, no existen explicaciones oficiales sobre el modo en que estas remisiones se relacionan con la desaparición del cáncer. Al ser fenómenos inexplicados sin base científica, no se utilizan para una posterior investigación sobre el cáncer. Por consiguiente, el interés de la comunidad científica por descubrir el mecanismo de autocuración del cuerpo frente al cáncer sigue siendo casi nulo.
Estas «curaciones milagrosas» se producen, al parecer, con mayor frecuencia en relación con ciertos tipos de enfermedad: cáncer de riñón, melanoma (cáncer de piel), linfoma (cáncer linfático) y neuroblastoma (un cáncer de las células nerviosas que afecta a los niños).
Teniendo en cuenta que la mayoría de los órganos del cuerpo desempeñan funciones de eliminación de residuos, es lógico que los cánceres hepáticos, renales, de colon, pulmonares, linfáticos y de piel tengan más probabilidades de desaparecer cuando estos importantes órganos y sistemas de eliminación dejan de estar sobre cargados de toxinas. Del mismo modo, los tumores malignos no se desarrollan en un cuerpo sano con las funciones de defensa y reparación intactas. Únicamente prosperan en un entorno específico interno que favorece su crecimiento. Limpiar ese entorno con cualquier medio puede marcar la diferencia a la hora de un cáncer.
Una crisis de toxicidad, como una pulmonía o una varicela, elimina cantidades de toxinas y ayuda a las células a «respirar» de nuevo libremente. La fiebre, el sudor, la pérdida de sangre, la excreción de mucosidades, la diarrea y los vómitos son vías adicionales para expulsar toxinas del cuerpo. Una vez descompuestas y eliminadas las toxinas sin obstáculos, el sistema inmunológico recibe un fuerte impulso natural. Un renovado estímulo inmunológico, basado en una reducción general de la toxicidad en el organismo, puede ser suficiente para acabar con un tumor maligno que ya no tiene ningún papel que cumplir en la supervivencia del organismo. Las afecciones indeseables como la varicela, la pulmonía, la fiebre, etc. pueden ser en realidad «un regalo de Dios» (por emplear otra expresión acientífica) que puede salvar la vida de una persona. Negarse a aceptar el regalo podría costar la vida.
Muchas personas mueren innecesariamente porque se les impide cumplir con todas las fases de una enfermedad.Las afecciones no son más que otros tantos intentos del cuerpo de dar salida a las sustancias venenosas. Si bloqueamos las vías de salida de esos venenos, cosa que sucede cuando tratamos los síntomas para eliminarlos, podemos asfixiar al cuerpo y acabar con sus funciones vitales.
Eliminar las enfermedades infantiles mediante programas de inmunización antinaturales puede hacer que los niños entren en una situación de alto riesgo en cuanto al desarrollo de un cáncer. La varicela, el sarampión y otros programas de autoinmunización (mal llamados «enfermedades infantiles») ayudan al sistema inmunológico de un niño para contrarrestar potenciales agentes patológicos de forma más eficiente y sin tener que experimentar una importante crsis de toxicidad.
Con más de 550.000 muertos de cáncer al año tan sólo en Estados Unidos, la justificación que se hace de los programas de vacunación en este país es muy dudosa. El enfoque convencional de la inmunización, no demostrado y acientífico, puede socavar y desvirtuar los programas de autoinmunización muy superiores del propio organismo. El cuerpo se inmuniza de modo natural a través de crisis cuartivas, que eliminan de forma natural las tóxinas cancerígenas. Si la inmunización industrial provoca cáncer directa o indirectamene, no tiene importancia, lo importante sin embargo, es saber que los programas de vacunación o inmunización convencionales pueden impedir que el cuerpo desarrolle crisis cuarativas que pueden salvar la vida.
“Es más importante saber qué tipo de persona tiene una enfermedad que saber qué tipo de enfermedad tiene una persona”
HIPÓCRATES (460-377 a.c.)
Es posible que lo que está a punto de leer sacuda o incluso desmorone los cimientos que sostienen sus creencias con respecto al cuerpo, la salud y la curación. En 2006 publiqué un libro titulado El cáncer no es una enfermedad, sino un mecanismo de supervivencia. El título puede ser provocativo para la mayoría, desconcertante para muchos y alentador para sólo unos pocos. Escribí ese libro para aquellos que tienen una mente abierta, lo suficientemente abierta para considerar la posibilidad de que el cáncer y otras dolencias penosas no son auténticas enfermedades, sino los últimos y desesperados intentos del cuerpo por seguir vivo durante tanto tiempo circunstancias lo permitan.
Quizás sorprenda al lector saber que una persona afectada por las principales causas del cáncer (aquello que constituye la auténtica enfermedad) moriría rápidamente a menos que desarrolle células cancerosas. En el libro El cáncer no es una enfermedad doy pruebas fehacientes de ello. En este capítulo se establecen las bases para comprender las causas, el propósito y el papel del cáncer.
Afirmo, además, que el cáncer sólo aparece cuando todas las otras defensas y los mecanismos de curación del cuerpo han fracasado. En circunstancias extremas, la exposición a grandes cantidades de agentes productores de cáncer (carcinógenos) puede producir un colapso de las defensas del cuerpo durante varias semanas o meses y permitir así el rápido y agresivo desarrollo de un tumor canceroso. Sin embargo, por lo general, se precisan muchos años o incluso décadas para que se formen los tumores llamados «malignos».
Desgraciadamente, las falsas creencias o la falta total de conocimiento de las razones que subyacen en el desarrollo de un tumor han convertido los tumores «malignos» en monstruos terribles sin otro propósito que matarnos en represalia por nuestros pecados o por abusar de nuestro cuerpo. Pero, como el que lee estas líneas está a punto de descubrir, el cáncer está de nuestra parte, no en contra de nosotros. A menos que cambiemos la idea de lo que en realidad es el cáncer, éste continuará resistiéndose a su curación, aunque sigamos los mejores tratamientos. Si una persona padece cáncer, y el cáncer es efectivamente parte de las respuestas de supervivencia del organismo y no una enfermedad, propongo encontrar respuesta a las siguientes cuestiones:
¿Por qué el cuerpo se ve obligado a desarrollar células cancerosas?
Una vez identificadas esas razones, ¿se pueden cambiar?
¿Qué determina el tipo y la gravedad del cáncer que una persona sufre?
Si el cáncer es un mecanismo de supervivencia, ¿qué hay que hacer para evitar que el cuerpo tome unas medidas defensivas tan drásticas?
Puesto que el cuerpo está genéticamente concebido para vivir y protegerse de adversidades de todo tipo, ¿por qué permitiría la autodestrucción?
¿Por qué la mayoría de los cánceres desaparecen por sí solos, sin intervención médica?
Las radiaciones, la quimioterapia o la cirugía ¿curan realmente el cáncer? ¿O las personas que sobreviven a un cáncer sanan por otras razones y a pesar de esos tratamientos radicales y de sus efectos secundarios?
¿Qué papel juega el miedo, la frustración, la baja autoestima y la ira contenida en la formación y el desarrollo del cáncer?
¿Qué lección espiritual y de crecimiento hay tras un cáncer?
Para tratar las causas fundamentales que originan el cáncer, hay que encontrar respuestas satisfactorias y realistas a las preguntas anteriores. Si una persona siente el impulso interno de buscar un sentido a un hecho tan impactante como es padecer un cáncer, continuar con la lectura de este libro será de gran ayuda. El cáncer puede ser una gran oportunidad para restablecer el equilibrio en todos los aspectos de nuestra vida, pero, por otro lado, también puede crear grandes traumas y sufrimientos. De cualquier modo, la persona descubrirá que siempre tiene el control sobre su cuerpo.
Para poder vivir dentro de un cuerpo humano, hay que tener acceso a ciertas dosis de energía vital. Esa energía inherente puede utilizarse de un modo que dé fuerzas y energía, o de un modo que debilite y destruya. En caso de que consciente o inconscientemente optemos por despreocuparnos o abusar de nuestro cuerpo, en vez de prestarle atención y respeto, éste no tendrá más remedio que luchar por la vida.
El cáncer es uno de los medios por los que el cuerpo trata de cambiar el modo en que nos vemos y nos tratamos a nosotros mismos y a nuestro cuerpo. Ello, inevitablemente, conduce al tema de la salud espiritual, que juega un papel tan importante en el cáncer como las razones físicas y emocionales.
El cáncer aparenta ser un gran trastorno impredecible y confuso. Según se ve, ataca tanto al que es muy feliz como al que es muy desgraciado, al rico y al pobre, a los fumadores y a los no fumadores, a los que están muy sanos y a los que no lo están tanto. Cualquier persona, sin que importe su procedencia o su ocupación, puede padecer cáncer. Sin embargo, si nos atrevemos a mirar más allá de los síntomas físicos, tales como tipo, apariencia o comportamiento de las células cancerosas, descubriremos que el cáncer no es tan casual o impredecible como parece.
¿Por qué el 50 % de la población norteamericana puede llegar a desarrollar un cáncer mientras que la otra mitad no tiene riesgo alguno? Culpar de ello a los genes es tan sólo una excusa para ocultar que se ignoran las causas reales. Además, cualquier buen genetista nos confirmaría que esa creencia está carente de cualquier lógica y de rigor científico.
El cáncer siempre ha sido una enfermedad extremadamente rara, a excepción de en los países industrializados durante los últimos 40 o 50 años. Los genes humanos no han cambiado significativamente en miles de años. ¿Por qué tendrían cambiar ahora tan drásticamente y decidir de repente matar a muchísima gente?. La respuesta a esta pregunta, desarrollada en este libro, es sorprendentemente simple: los genes dañados o defectuosos no matan a nadie.
¡El cáncer no mata a quien lo sufre! Lo que mata a un paciente de cáncer no es el tumor, sino las numerosas razones que subyacen tras la mutación celular y el desarrollo del tumor. Esas son las razones que deben tenerse en cuenta en cualquier tratamiento contra el cáncer, si bien son ignoradas por la mayoría de los oncólogos tradicionales.Los conflictos continuos, la culpa y la pena, por ejemplo, pueden llegar a paralizar fácilmente funciones corporales básicas y conducir al desarrollo de un tumor canceroso.
Tras haber visto cientos de pacientes con cáncer durante dos décadas, relacioné ciertos esquemas de pensamientos, creencias y sentimientos comunes en todos ellos. Para ser más concreto: aún no he conocido a ningún paciente de cáncer que no se sienta apesadumbrado por tener una mala imagen de sí mismo, conflictos y preocupaciones no resueltos, o traumas emocionales del pasado que todavía perduran en su inconsciente. El cáncer, la falta de fluidez física, no ocurre a menos que exista un gran trasfondo de desasosiego emocional y una gran frustración.
Los pacientes de cáncer suelen sufrir falta de confianza en ellos mismos, y con frecuencia en sus vidas hay lo que yo llamo un «problema no resuelto». El cáncer puede ser un medio para revelar ese conflicto interno. Es más, el cáncer puede ayudarles a enfocar el conflicto y a resolverlo por completo. El modo de deshacerse de las malas hierbas es sacarlas de raíz. Es así como tenemos que tratar el cáncer, de otro modo finalmente reaparecerá.
La siguiente afirmación, repetida insistentemente a lo largo de este capítulo muy importante en cuanto a la consideración del cáncer: «El cáncer no hace que una persona enferme; es la enfermedad de esa persona la que genera el cáncer». El éxito en el tratamiento del cáncer implica que el paciente se encuentre completamente bien en todos los niveles, físico, mental y espiritualmente. Una vez debidamente identificadas las causas del cáncer, se hará patente qué se necesita para conseguir un total restablecimiento. Las propuestas que se ofrecen en este libro son las de enfrentarse a la causa del cáncer dándole muy poca importancia a los síntomas de esta enfermedad, esto es, a las células cancerosas.
Es un hecho constatado médicamente que todo el mundo siempre tiene células cancerígenas en el cuerpo. Esas células permanecen ocultas a los análisis estándar hasta que se multiplican en miles de millones. Cuando los médicos anuncian a sus pacientes que los tratamientos que han seguido han acabado con éxíto con todas las células cancerosas, se refieren exclusivamente al resultado de los análisis capaces de identificar los tumores cancerosos de una medida detectable. Los análisis estándar pueden reducir el número de las células cancerosas a un nivel no detectable, pero ello no significa haber erradicado todas esas células. Dado que las causas del desarrollo del tumor permanecen intactas, éste puede volver a aparecer en cualquier momento y en cualquier lugar.
Curar un cáncer no tiene nada que ver con deshacerse de un grupo de células cancerosas que se han detectado. Tratamientos como la quimioterapia y la radioterapia pueden, ciertamente, eliminar o quemar muchas células cancerosas, pero también destruyen las células sanas de la médula ósea, del tracto gastrointestinal, del hígado, del corazón, de los pulmones, etc., lo cual conduce a veces a daños irreparables en todo el órgano o sistema afectado. Una curación completa no se produce a expensas de destruir otras partes vitales del organismo, sólo se consigue cuando las causas del desarrollo de esas células cancerosas se eliminan o se detienen. Este libro está totalmente dedicado a tratar las causas de la enfermedad, y el cáncer es una de ellas.
(…)
El cáncer no es una enfermedad
Para seguir desempeñando su tarea cada vez más dificultosa, esas células cancerosas necesitan crecer, aunque sea a expensas de otras células sanas. Sin su actividad, un órgano puede perder de repente su estructura debilitada y colapsarse. Algunas de las células cancerosas pueden incluso llegar a abandonar un tumor y penetrar en el fluido linfático, que a su vez las arrastra a otras partes del cuerpo que también sufren un elevado grado de toxicidad o acidosis. La expansión de las células cancerosas se denomina metástasis.
Sin embargo, las células cancerosas están programadas para colonizar tan sólo aquellos lugares donde hay un terreno «fértil», de elevada toxicidad (acidez), un medio en el que pueden sobrevivir y proseguir con su insólita misión de rescate. Han mutado para poder vivir en un entorno tóxico, no oxigenado, y para ayudar a neutralizar al menos algunos de los residuos metabólicos acumulados, como el ácido láctico y los detritos celulares en descomposición. En estas circunstancias, sería un error fatal por parte del sistema inmunológico destrur esí tipo de células «divorciadas», pues están llevando a cabo una parte de las funciones del sistema inmunológico.
Sin la presencia del tumor, grandes cantidades del veneno séptico derivado de los cuerpos acumulados de células en descomposición perforarían las paredes capilares, penetrarían en la sangre y matarían a la persona en cuestión de horas o días. Las células cancerosas siguen siendo células del cuerpo y si éste ya no las necesitara, una simple orden del ADN haría que dejaran de comportarse como unas locas insensatas. Las células cancerosas son todo menos loas insensatas.
El organismo ha de realizar un esfuerzo mucho mayor para mantener un tumor que para eliminarlo. Si no se viera forzado a utilizar el crecimiento canceroso como una de sus últimas tácticas de supervivencia, el organismo optaría por este último intento de autoconservación, último porque sería muy posible que fallara en su intento de sobrevivir frente a la adversidad. Como se ha mencionado ya anteriormente, la mayoría de los tumores (del 90 al 95 %) aparecen y desaparecen completamente por sí mismos, sin ninguna intervención médica. Millones de personas han ido deambulando por ahí con un cáncer en el cuerpo, y nunca sabrán que lo han tenido. No existe ningún otro tratamiento del cáncer que pueda competir squiera de cerca con el propio mecanismo de curación del cuerpo, mecanismo al que desafortunadamente calificamos de enfermedad.
El cáncer no es una enfermedad; es un mecanismo de supervivencia y autoprotección muy poco usual, pero obviante sumamente eficaz. Deberíamos dar al sistema más desarrollado y complejo del universo —el cuerpo humano— un poco más de crédito que hasta ahora, y confiar en que sabe perfectamente cómo llevar sus propios asuntos, incluso en las circunstancias más crudas.
(…)
Por qué la mayoría de cánceres desaparecen de modo natural
Cualquier crisis de toxicidad, desde un complicado cáncer a un simple resfriado, es en realidad, una crisis curativa que, si se trata con medidas depurativas, termina con una rápida recuperación. Sin embargo, si se interfiere en ella con medidas para suprimir síntomas, una «recuperación» habitualmente efímera puede convertirse en una patología crónica. Por desgracia, los oncólogos no se atreven o no se preocupan en encontrar una curación natural del cáncer; no les forman ni les pagan para ese fin. Aunque dieran casualmente con un método de curación natural nunca lo harían público.
Rose Papac, médica y profesora de oncología de la Facultad de Medicina de la de Yale, señaló una vez que actualmente hay pocas oportunidades de ver lo que ocurre con los cánceres no tratados. «Todo el mundo se siente impelido a aplicar inmediatamente un tratamiento cuando ve estas enfermedades», afirma Papac, quien ha estudiado casos de remisión espontánea del cáncer. Presas de miedo y en muchos casos lindando con la paranoia, muchas personas buscan un rápido remedio para las terribles dolencias sin dar a su organismo la posibilidad de curarse , y en vez de ello deciden destruir lo que no es necesario destruir. Ésta puede ser una de las principales razones por las que actualmente ocurren tan pocas remisiones espontáneas en pacientes de cáncer.
Por otro lado, numerosos investigadores han informado a lo largo de los años que varias afecciones, como la fiebre tifoidea, el coma, la menopausia, la neumonía, la varicela o incluso las hemorragias, pueden dar lugar a remisiones espontáneas del cáncer. Sin embargo, no existen explicaciones oficiales sobre el modo en que estas remisiones se relacionan con la desaparición del cáncer. Al ser fenómenos inexplicados sin base científica, no se utilizan para una posterior investigación sobre el cáncer. Por consiguiente, el interés de la comunidad científica por descubrir el mecanismo de autocuración del cuerpo frente al cáncer sigue siendo casi nulo.
Estas «curaciones milagrosas» se producen, al parecer, con mayor frecuencia en relación con ciertos tipos de enfermedad: cáncer de riñón, melanoma (cáncer de piel), linfoma (cáncer linfático) y neuroblastoma (un cáncer de las células nerviosas que afecta a los niños).
Teniendo en cuenta que la mayoría de los órganos del cuerpo desempeñan funciones de eliminación de residuos, es lógico que los cánceres hepáticos, renales, de colon, pulmonares, linfáticos y de piel tengan más probabilidades de desaparecer cuando estos importantes órganos y sistemas de eliminación dejan de estar sobre cargados de toxinas. Del mismo modo, los tumores malignos no se desarrollan en un cuerpo sano con las funciones de defensa y reparación intactas. Únicamente prosperan en un entorno específico interno que favorece su crecimiento. Limpiar ese entorno con cualquier medio puede marcar la diferencia a la hora de un cáncer.
Una crisis de toxicidad, como una pulmonía o una varicela, elimina cantidades de toxinas y ayuda a las células a «respirar» de nuevo libremente. La fiebre, el sudor, la pérdida de sangre, la excreción de mucosidades, la diarrea y los vómitos son vías adicionales para expulsar toxinas del cuerpo. Una vez descompuestas y eliminadas las toxinas sin obstáculos, el sistema inmunológico recibe un fuerte impulso natural. Un renovado estímulo inmunológico, basado en una reducción general de la toxicidad en el organismo, puede ser suficiente para acabar con un tumor maligno que ya no tiene ningún papel que cumplir en la supervivencia del organismo. Las afecciones indeseables como la varicela, la pulmonía, la fiebre, etc. pueden ser en realidad «un regalo de Dios» (por emplear otra expresión acientífica) que puede salvar la vida de una persona. Negarse a aceptar el regalo podría costar la vida.
Muchas personas mueren innecesariamente porque se les impide cumplir con todas las fases de una enfermedad.Las afecciones no son más que otros tantos intentos del cuerpo de dar salida a las sustancias venenosas. Si bloqueamos las vías de salida de esos venenos, cosa que sucede cuando tratamos los síntomas para eliminarlos, podemos asfixiar al cuerpo y acabar con sus funciones vitales.
Eliminar las enfermedades infantiles mediante programas de inmunización antinaturales puede hacer que los niños entren en una situación de alto riesgo en cuanto al desarrollo de un cáncer. La varicela, el sarampión y otros programas de autoinmunización (mal llamados «enfermedades infantiles») ayudan al sistema inmunológico de un niño para contrarrestar potenciales agentes patológicos de forma más eficiente y sin tener que experimentar una importante crsis de toxicidad.
Con más de 550.000 muertos de cáncer al año tan sólo en Estados Unidos, la justificación que se hace de los programas de vacunación en este país es muy dudosa. El enfoque convencional de la inmunización, no demostrado y acientífico, puede socavar y desvirtuar los programas de autoinmunización muy superiores del propio organismo. El cuerpo se inmuniza de modo natural a través de crisis cuartivas, que eliminan de forma natural las tóxinas cancerígenas. Si la inmunización industrial provoca cáncer directa o indirectamene, no tiene importancia, lo importante sin embargo, es saber que los programas de vacunación o inmunización convencionales pueden impedir que el cuerpo desarrolle crisis cuarativas que pueden salvar la vida.
(Andreas Moritz)
excelente aporte
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