lunes, 15 de octubre de 2012

Sal refinada de mesa, no, gracias


La sal que hoy compramos en el supermercado tiene muy poco que ver con la sal tradicional que se consumía antiguamente. Por eso la “sal de mesa” de hoy es considerada la causa de muchas enfermedades y se le denomina, junto al azúcar refinado, los “venenos blancos”. Lo que conocemos hoy por “sal de mesa” es cloruro sódico al que casi siempre se añade yodo y flúor, y por tanto no es un alimento saludable, sino más bien algo perjudicial para el organismo humano.

La sal cristalina natural no está integrada por los tres o cuatro elementos de la sal de mesa sino por los 84 que componen nuestro cuerpo y en la proporción exacta. La sal cristalina natural, tanto la que procede del mar como de las montañas, contiene los 84 elementos que compone el cuerpo humano en su proporción exacta. Poca gente sabe que la composición de la sangre humana es prácticamente idéntica al agua salina del “mar primario”, es decir, una solución con la misma concentración de elementos que tenía el mar hace millones de años.

MANIPULACION Y ADULTERACIÓN INDUSTRIAL DE LA SAL
La industria decidió un día convertir la sal cristalina natural en simple cloruro sódico, porque los científicos de la época afirmaron que los demás elementos que contenía (minerales esenciales y otros oligoelementos) eran innecesarios y bastaba el cloruro sódico para salar los alimentos. Desde entonces cualquier parecido entre la sal que ahora consumimos y la sal natural es inexistente. De un alimento que era “oro puro” porque proporcionaba al ser humano todos los elementos necesarios para su subsistencia en la proporción exacta que el organismo necesita se pasó a consumir un producto que es “veneno puro”, como bien saben los investigadores y médicos.

A la toxicidad del cloruro sódico hay que añadir la del yodo y el flúor, minerales que hoy se agregan artificialmente a la sal. El yodo (tóxico cuando se sobrepasa el mínimo necesario) se añade porque se supone que mejora la función de la tiroides; y el flúor (uno de los elementos más radioactivos que existen) porque afirman que este veneno evita la caries. Un sarcasmo.

Además a la sal de mesa se le añaden conservantes cuya declaración en los envases no es obligatoria: carbonato de calcio, carbonato de magnesio y los denominados E-535, E-536, E-540, E-550, E-551, E-552, E-553b, E-570, E-572, así como hidróxido de aluminio, como antiapelmazante. Hay que decir que el aluminio es un metal tóxico que cuando se consume en exceso se deposita en el sistema nervioso y en el cerebro, y muchos investigadores independientes vienen denunciando que podría estar detrás del cada vez más alto nivel de enfermos de Alzheimer. A pesar de esto, el aluminio se sigue utilizando en la mayor parte de los envases metálicos en los que se comercializan toda clase de bebidas como refrescos y cervezas.

Incuestionablemente, el cloruro sódico, componente básico de la sal refinada de mesa que masivamente se consume (téngase en cuenta que la gran mayoría de los productos preparados llevan sal como conservante), es una sustancia tóxica que sobrecarga el organismo, por lo que éste intenta eliminarlo lo antes posible.
Al ser humano le bastan 0,2 gramos al día para tener cubiertas sus necesidades de sal y en Occidente el consumo medio diario por persona está entre 12 y 20 gramos. Como nuestro cuerpo sólo tiene capacidad para eliminar entre 5 y 7 gramos diarios de cloruro sódico, los órganos de eliminación suelen estar constantemente sobrecargados.

Nuestro organismo intenta protegerse de esa sobrecarga hidratándose. Para ello el cuerpo necesita 23 gramos de “agua” por cada gramo de cloruro sódico que no es capaz de expulsar… pero de “agua celular”. Es decir, el cuerpo se ve obligado a sacrificar el agua de las células a fin de evitar el efecto negativo del cloruro sódico. Y eso hace que mueran millones de células deshidratadas con lo que, además, se forma tejido muerto que también hay que eliminar. Por eso el consumo excesivo de “sal de mesa” provoca la formación de edemas y tejido acuoso con exceso de ácido; por lo que el exceso de sal de mesa es causa de la celulitis.

Pero hay más: cuando el consumo es excesivo llega un momento en el que el cuerpo ya no puede dedicar a esa labor de desintoxicación más agua celular y utiliza otra vía para resolver el problema: la cristalización del cloruro sódico en huesos y articulaciones, dando lugar a la formación de piedras renales y de vesícula así como a la artritis, artrosis y enfermedades reumáticas.

La sal natural es absolutamente imprescindible para la vida. Lo perjudicial es la sal de mesa refinada que nos hacen consumir. Una sal que sólo contiene cloro y sodio además de yodo y flúor. Minerales que no están en la proporción natural que deberían hallarse y que han sido alterados en el proceso de manipulación industrial.
Paradójicamente, la mayoría de la gente tiene carencia de auténtica sal, incluso las que están sobrecargadas de cloruro sódico. De esa sal que contiene los 84 elementos que componen nuestro organismo en una proporción concreta y cuyas frecuencias no han sido alteradas porque pertenecen a la estructura geométrica natural de la sal sin manipular.

La sal se puede obtener del mar o de las minas de sal terrestres. Pero hoy los mares tienen un alto nivel de contaminación, con acumulación de metales pesados como el mercurio, plomo, cadmio y arsénico, entre otros. Tóxicos que hacen que la sal marina, aún siendo mucho mejor que la sal refinada de mesa, no tenga ya el mismo efecto positivo que tenía.

La única sal pura y completa de la Tierra se encuentra hoy únicamente en los lugares donde hace millones de años se secaron los mares primarios: las minas terrestres.

Esta sal contiene todos los elementos que se encuentran en nuestro cuerpo y, que debidamente mezclada con agua, nos ofrece toda su energía almacenada junto con su contenido en biofotones. En ellas hay dos tipos de sal: la que compone el 95% de la mina y que es “sal gema” y otra que se encuentra en forma de vetas y que tiene forma cristalina: la “sal de cristal de roca”. Ambas son naturales, contienen los 84 elementos ya mencionados y, por tanto, son de mucho mayor valor que la sal de mesa industrial. Ahora bien, los elementos contenidos en la sal gema no se encuentran en estado coloidal y su aprovechamiento es mucho menor que el de la sal de cristal que sí ha estado expuesta a enormes presiones durante millones de años. Obviamente, cuanto más elevada haya sido la presión más completa será la estructura cristalina generada. Por tanto, el cristal de roca tiene una geometría y una composición orgánica perfecta pero la sal gema no.

La sal de cristal se encuentra en forma de vetas o filones cristalinos de color blanco transparente, rosado o rojizo en las minas, rodeadas de sal gema. Vetas que suelen suponer el 1% de toda la mina y se deben extraer manualmente para no alterar su estructura, por lo que su explotación ha sido hasta hoy muy limitada al ser poco rentable. Afortunadamente, ya se ha empezado a comercializarse sal de cristal procedente de minas del Himalaya. Una buena noticia porque, según los expertos, su consumo regular puede aliviar o curar numerosas enfermedades.

Basta tomar en ayunas cada mañana una pequeña cucharada de café de la solución salina (máximo dos) mezclada con agua mineral. Teniendo en cuenta que lo importante no es tanto la cantidad como la periodicidad de la ingesta. Desde el punto de vista bioquímico, estimula en pocos minutos la actividad gastrointestinal, el metabolismo y la digestión. Además, reestablece el equilibrio electrolítico mejorando la conductividad en nuestro cuerpo con la consiguiente mejora de la circulación.

Además, como la solución salina es un medio excelente para conseguir el equilibrio entre lo ácido y lo alcalino se puede con su ingesta eliminar metales pesados como el mercurio, el plomo, el arsénico, la amalgama y los depósitos calcáreos ya que la sal cristalina es capaz de romper uniones moleculares. En suma, la ingesta diaria de sal de cristal implica someter al organismo a una verdadera cura de desintoxicación al librarle de los depósitos calcáreos, de metales pesados y de otros residuos.

Y su preparación es sencilla: basta echar un poco de agua mineral en el frasco en el que se comercializa la sal en forma de rocas de cristal y en poco tiempo el agua se convertirá en una solución salina con la proporción exacta de los 84 elementos mencionados. Déjela allí ya que una vez saturada de sal los cristales no se seguirán disolviendo.

Quienes han investigado las propiedades de desintoxicación de la sal de cristal advierten que en la etapa inicial pueden empeorar los síntomas que se tienen e, incluso, aparecer otros nuevos. Es decir, se siente a menudo un empeoramiento. Es normal. En el caso de enfermedades reumáticas como la gota, la artritis y la artrosis, es decir, en enfermedades donde ya se han formado cristales, debe tomarse la solución salina durante varios meses. Hace falta tiempo para que el organismo disuelva los depósitos y los elimine. Y lo mismo ocurre con las piedras renales y de la vesícula biliar. En todo caso, para evitar que la expulsión de las piedras provoque los clásicos cólicos -tan dolorosos- conviene consumir simultáneamente agua dialítica.
También puede aparecer diarrea por su efecto laxante pero aunque sea desagradable es señal de que está teniendo lugar la purificación del intestino.

Cabe decir que la sal de cristal es eficaz en muchas afecciones cutáneas y es también útil para la higiene de la boca ya que evita la formación de sarro y caries.

La Sal Rosada del Himalaya , es la sal de cristal de roca, un producto 100% orgánico y natural, que recibe ese nombre por su coloración; La formación orogénica del Himalaya se produjo bajo la mayor presión conocida sobre depósitos de sal formándose yacimientos con una cantidad inusual de sal cristalizada, siendo una de las sales más ricas y especiales en cuanto a energía se refiere que se conocen hasta el momento. También se encuentra en Bolivia siendo esta ultima conocida como Sal Andina.
La sal rosada aporta la energía fotónica del sol, almacenada por años en los cristales de sal. Aporta 81 minerales biológicamente activos y fácilmente asimilables por las células. Mejora el balance electrolítico en los fluidos internos, sobre todo en la sangre. Optimiza la asimilación de los nutrientes presentes en nuestro alimento cotidiano. Purga el tejido conjuntivo y estimula el drenaje de materias tóxicas, generando adelgazamiento. Mejora el estado de ánimo y brinda mayor plenitud energética. Estimula el sistema de defensa de nuestro organismo. Evita la putrefacción intestinal. Normaliza los valores de presión arterial. Disuelve y elimina los sedimentos que conducen a la formación de arenillas y cálculos. Disminuye las molestias generadas por padecimientos artríticos y reumáticos. Reduce el deseo por sustancias adictivas. Alivia las enfermedades de la piel, provocando limpieza genuina, desde adentro hacia fuera. Favorece la eliminación de metales pesados (plomo, mercurio, arsénico, amalgamas dentales, etc.), debido a la capacidad de vitalizar sus estructuras moleculares para que el organismo pueda deshacerse de ellas.




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